Athletes... What's going on? When mental health also comes into play.

L@s que trabajamos en el mundo del deporte - o al menos l@s psicólog@s deportivos - no nos llevamos ninguna sorpresa ante la sincera proclamación de vulnerabilidad del todo poderoso atleta de élite; les sucede lo que a tantos otros deportistas....son también seres humanos. 

En los juegos Olímpicos que se han disputado unos meses atrás en medio de la convulsionada época regida por la pandemia, estamos viendo que la valentía de Naomi también ha sido  contagiosa y que otros referentes han expuesto sus dificultades y obstáculos con el aspecto mental y emocional que se pone en juego en el deporte y más específicamente en la competición de alto rendimiento. Aunque la gran mayoría eligen o se ven obligad@s a llevarlo en silencio, escondido frente a los ojos y la mirada crítica de la sociedad y los medios de comunicación, queda en evidencia que alcanzar una equilibrio mental en un ambiente tan exigente puede llegar a ser el partido más difícil de ganar.  

Poco a poco y en los más diversos ámbitos, la salud mental se vuelve centro de atención y comienza a quedar al descubierto que su ignorancia, descuido o subestimación se convierte tarde o temprano en una problemática completamente extendida en la sociedad, sin ningún tipo de discriminación de género, clase social, edad o religión. 

Según la Organización Mundial de la Salud “una de cada cuatro personas padecerán algún desorden de salud mental en algún momento de sus vidas, y la mayoría tendrán los principales síntomas entre los 14 y los 25 años” (OMS, 2019).

Ha llegado el momento de enfrentar tabúes y hablar con honestidad; l@s deportistas también son personas vulnerables a sufrir estos episodios y situaciones. Y más aún, siendo tanta la presión, la exigencia y la intensidad de su profesión, aumentan sus posibilidades de ser una de esas cuatro personas que manifiesten alguna debilidad o desequilibrio mental.   De hecho, estudios realizados a más de 4.000 atletas de élite demuestran que tienen más tendencia a padecer algún trastorno mental tanto si se encuentran en actividad como una vez retirad@s (Alferman,2000).

Por otra parte, investigaciones previas a la pandemia nos indican que el 40% de los atletas de élite sufre ansiedad y el 20%, episodios de depresión, y que los deportistas una vez retirados son más propensos al abuso de sustancias, desórdenes alimentarios y tendencia al suicidio que la población en general.

Los números nos sirven de referencia y como un llamado de atención para registrar que el deporte profesional se encuentra más expuesto que otros ámbitos y que debemos ser cuidados@s si queremos preservar la salud mental del deportista por delante de cualquier resultado.

Otra mirada de la presión deportiva

La presión es un privilegio”, comentó Novak Djokovic al ser interrogado por la decisión de Osaka de abandonar Roland Garros 2021.


La presión es el resultado de muchos factores que afectan al deportista; su situación de evaluación constante, su exposición social, volverse foco de atención, las expectativas de los seguidores, de todo un país, la dureza de las derrotas, la incertidumbre del rendimiento, las lesiones….todo esto y más se vuelve un peso -a veces insoportable- de cargar. Y si a todo esto le añadimos un año de pandemia mundial, con todo lo que ello ha implicado, tenemos como resultado un combo muy fácil de desestabilizar a cualquiera. 

Sin embargo, como psicólog@s deportivos entendemos que la presión es un factor inherente al deporte, una variable con la que debemos aprender a jugar. El error está en creer que este factor afecta a tod@s por igual o que tod@s tenemos la misma tolerancia o capacidad para lidiar con ella. O, lo que es peor aún, que “se nace sabiendo cómo manejarla”. 

Es un desafío muy elevado pretender eliminar la presión de la situación competitiva, pero sí se puede entrenar para gestionarla de la mejor manera posible y reducir sus efectos y consecuencias negativas. Incluso, coincidimos con Djokovic en que, con un buen plan de entrenamiento, tiempo, constancia y profesionales idóneos, es posible transformar esa presión en un motor y un estímulo positivo para mejorar el rendimiento.

El problema aparece cuando frente a las dificultades lógicas de la exigencia deportiva, el pedir ayuda o mostrarse en la debilidad se vuelve un imposible. Hay una demanda por parte de la sociedad actual de buscar referentes o modelos a seguir a los que no se les permite ser vulnerables en su recorrido. Y es esta expectativa inalcanzable lo que nos deja como resultado atletas que parecen superhéroes, ocultando, bien en lo profundo, el costo de no serlo. Quedan desprotegid@s y lejos de la posibilidad de ser ayudad@s por especialistas, pudiendo prevenir una situación que puede terminar en el peor de los escenarios. 

Así fue el caso de la ciclista Olivia Podmore, quien tomó la decisión de terminar con su vida momentos después de dejar un mensaje en su Instagram alabando el deporte, pero también advirtiendo de lo duro que podría llegar ser, en su caso, al no ser convocada para las Olimpíadas de Tokyo 2020. 

Así el deporte también nos deja la peor derrota; un suicidio en la élite de los más de 700.000 que se producirán en el mundo, la causa principal de mortalidad prematura de los jóvenes españoles, por encima de los accidentes de tráfico. 

Este tema da mucho para reflexionar, pero no nos queremos desviar del nudo que concentra esta cuestión; la salud mental de los deportistas de alto rendimiento comienza a estar en boca de tod@s, aunque no tod@s estén habilitados para opinar desde el conocimiento profesional.

La problemática comienza a viralizarse y sumar interés; documentales de Netflix que muestran el detrás de escena de un equipo Olímpico de niñas de Estados Unidos que son abusadas sexualmente por su propio equipo médico, jugadores de diversos deportes que se animan a hablar de los sufrimientos de la profesión, Simone Biles abandonando en plena olimpíada por no sentirse capacitada para afrontar la competición, el tenista Mardy Fish reconociendo trastornos de ansiedad y pensamientos intrusivos durante el pico de su carrera, entre muchos otros y otras deportistas que se cansan de esconder lo que es propio del ser humano: la lucha por mantener una estabilidad y salud mental en un mundo que no ofrece siempre las mejores condiciones para lograrlo.

Pero nosotr@s creemos que cuando se habla, se encuentran soluciones; comenzamos así a ver las repercusiones de las declaraciones y testimonios de est@s deportistas que sacan a la luz una realidad que ya no puede ocultarse. 

Así vemos resultados positivos, como es el caso del Comité Olímpico Internacional, quien después de la pandemia ofrece servicio de atención psicológica en 70 idiomas diferentes. 

A su vez, entidades como la NBA, o la NHL, obligan desde 2019 a los equipos a tener a un profesional de la salud mental en su equipo médico. Y más recientemente, el Abierto de Estados Unidos puso a disposición de tod@s l@s jugadores/as a un conjunto de psicólog@s deportivos para quien quisiera acercarse y hacer uso del servicio que ofrecen.  

Nos tranquiliza sentir que finalmente se reconoce la importancia de la salud mental en el ámbito deportivo y que se valora la contención psicológica y el entrenamiento mental como parte del trabajo profesional de cualquier deportista de élite. 

Damos gracias a las personas que se han animado a exponer sus casos personales, naturalizando y humanizando un poco más el deporte.

El equipo de Mental Point trabaja no sólo para mejorar el rendimiento y la fortaleza mental de nuestr@s jugadores/as, sino también -y aún más prioritario- para contribuir a su bienestar emocional y salud mental. 



Mar Mainetti

Psicología deportiva

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